Es muy común ver que esta semana sea tomada como una oportunidad de descansar, de salir a la playa y divertirse… Y aunque aún es mucha la gente que asiste a la Iglesia en estos días tan importantes para la religión católica, es difícil aceptar que cada vez son menos o son los mismos.
Juan Antonio López Baljarg
EUM SEIE 3 abril 2015.-
La realidad es que a muchas personas les tiene sin cuidado la relevancia de la Semana Santa en la Iglesia Católica. ¿Por qué no nos importa? ¿Por qué se ha perdido (o nunca se ha comprendido) la importancia de esta semana?
Pienso que esta situación es reflejo de nuestra fe; hemos perdido el interés (o nunca lo hemos adquirido) por conocer y vivir nuestra fe. Vivir nuestra fe como tradición y no como devoción, problemas serios al transmitir nuestra fe a las nuevas generaciones, prejuicios sobre la Iglesia, pueden ser algunas causas de este problema.
Vivir nuestra fe por tradición y no como devoción es un problema serio de nuestra actualidad. Se es católico todos los días y a todas horas, no solamente cuando se va a Misa o en los oficios de Semana Santa. El testimonio del cristiano debe reflejarse en todos los aspectos de su vida. Ser sal y luz del mundo es la misión a la que todo católico está llamado.
Creo que la gran mayoría de los católicos tenemos por lo menos la Primera Comunión; eso significa que al menos tuvimos una etapa de formación en nuestra fe católica. El problema está en que nuestros métodos de formación y evangelización no terminan de responder a las necesidades de las nuevas generaciones.
Esto no quiere decir que la Iglesia deba adaptarse a los “caprichos” de las generaciones modernas. Quiero decir que seamos más estratégicos al momento de transmitir nuestra fe, ya que lo que está en juego es la salvación de las almas. El joven moderno necesita un encuentro real con Cristo en su vida.
Nadie ama lo que no conoce. Al existir una asignatura pendiente en la formación de las nuevas generaciones, no es extraño encontrarnos con desconocimiento de la fe católica en la sociedad, que a su vez genera prejuicios que hacen más complicado el acercamiento de las personas a la religión. El mundo posmoderno requiere de argumentos racionales y razonables.
Entonces, al preguntarnos por qué no nos importa (o nos importa menos) la Semana Santa, debemos respondernos con claridad que es responsabilidad nuestra el ser testimonios de nuestra fe y ser más eficaces y eficientes en la labor de evangelización.
“La Iglesia no es un museo de santos, sino un hospital de pecadores”, dijo Morton Kelsey. Debemos vivir y contagiar nuestra fe por amor, no por obligación. Y recordar en esta Semana Santa que Cristo murió por amor, por nuestra redención. Seamos discípulos fieles, reconociendo nuestras limitantes y aspirando siempre a lo más alto que es la santidad. Y recordar que en Cristo está nuestro ejemplo, nuestra guía y nuestro fin.
“No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos” (Juan 15, 13).
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