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PODER CIUDADANO, ¿PARA QUÉ?
 
Trabajar de manera sostenida y organizada para construir una cultura que ponga en el centro a la persona humana, el núcleo de la familia, el respeto a la vida y los derechos humanos, es una causa que demanda mujeres y hombres con mucho valor cívico y político, de muchos recursos que necesitan del desarrollo y del despliegue de una gran capacidad de gestión intensa, eficaz e inteligente; una causa que requiere que nos expongamos continuamente para dar la cara, para invertir la vida.
Roberto García Ortega
 
EUM SEIE 16 octubre 2015.-
 
No basta con ver la realidad y conocer sus problemas, es necesario actuar en ella. Ponerse de pie para ver bien, levantar bandera y manifestar una posición clara y abierta para dejar el miedo y las poses, para meter las manos y ensuciarse, para sacudir conciencias e incomodar, para dejar la pasividad y la comodidad ciudadana que sólo exige derechos para dar paso a los deberes.
Es fundamental que transitemos hacia el plano de las propuestas, hacia la búsqueda de soluciones reales, las posibles, que nos mueven de manera pública y privada, para expresar nuestras convicciones profundas, aquellas que siempre nos abren las puertas al fascinante riesgo de convertirnos en líderes con poder ciudadano.
Despertar y estructurar este poder ciudadano que todos poseemos para ejercer el liderazgo, es una posibilidad siempre abierta. Allí está, y depende de nosotros los ciudadanos, los líderes, visualizar el poder como un medio y como un bien que tiene que ser aplicado y aprovechado para mejorar nuestras condiciones de desarrollo, donde nos encontremos, en la calle, en la colonia, en el trabajo, en la parroquia, en las instituciones públicas y privadas, en las organizaciones civiles, en la familia, para avanzar sobre esa línea que nos vuelve más capaces de buscar una mejor posición con respecto a nuestra realidad social, económica, cultural y política.
Aquí tenemos una verdadera área de oportunidad que necesitamos estudiar y considerar en el plano estratégico, en el tiempo y en el espacio. El poder ciudadano como un recurso siempre renovable, que está a nuestro alcance, que es gratuito, y que necesita ser combinado con planteamientos de orden cívico, político, y humanista, para configurarlo en una fórmula de trasformación que resulte muy caro para aquellos intereses de grupo o de instituciones locales, nacionales e internacionales que sólo buscan debilitar y trastocar sistemáticamente, con ideologías radicales, a la institución de la familia natural, a las mujeres, los derechos humanos y la vida misma.
Necesitamos entonces defender y promover a la familia, los derechos humanos y la vida ejerciendo este poder ciudadano haciendo política, de esa política de verdad, de la buena política humanista; o mucho mejor, convertirnos en ciudadanos con poder y por el bien común, para defender y promover a la familia, los derechos humanos y la vida.
Una gran tentación que siempre nos afecta como líderes en el ejercicio del poder ciudadano es cuando nos dejamos determinar por las circunstancias, por la coyuntura social y política, por la grilla, por los puestos, por el quedar bien, por el quedarnos callados, por la adulación, por el miedo a ser señalados, por esa falsa prudencia política de hacer lo políticamente correcto, que lo único que provoca en los líderes es perder el piso, el foco y la brújula, para darle paso a un poder ciudadano que nos convierte en líderes reactivos, pasivos, criticones, excluyentes, divididos, estériles en la acción, en rehenes de la coyuntura, poco estratégicos, sin eficacia y sin influencia. Un poder ciudadano al servicio de los personajes políticos, religiosos, económicos, al servicio de la simulación, al servicio de los intereses de una sociedad de mínimos.
Urge que rompamos definitivamente con esa forma de pensar y de actuar fragmentada, de ver sólo una parte del problema y totalizarla como lo único, este pensamiento líquido donde todo es relativo, donde todo se vale, aunque utilices a los demás, siempre y cuando se garantice el resultado, donde lo que importa es el protagonismo antes que la unidad, donde se generan franquicias y no comunidad, donde las descalificaciones son el modo de operar para neutralizar y descartar a los demás que no piensan ni actúan como yo, a los que no se subordinan a mi estructura, a mis intereses, donde no importa la verdad, ni la justicia, ni la caridad, lo que más importa es destacar y brillar, quedar bien, sacar provecho para mi grupo, mi causa, mi movimiento particular, mi pedazo. Esto está matando a las iniciativas ciudadanas con posibilidades de consolidarse y que están a favor de la vida, la familia y los derechos humanos.
Requerimos cambiar esta forma de comportarnos y de ejercer este poder ciudadano, para proponer nuevas maneras de influir realmente, necesitamos construir verdaderas coaliciones de acción para abordar la nueva realidad y los nuevos retos, coaliciones que nos ayuden a ampliar nuestros instrumentos de trabajo para innovar con planteamientos que nos exijan prepararnos más, que nos lleven a profesionalizarnos como sociedad civil organizada, para formar cuerpos intermedios modernos, incluyentes, competentes, críticos, versátiles, actuales, pertinentes, sustentables, que se valen de las nuevas tecnologías de la información, de las redes sociales, que generen alianzas estratégicas, y que hagan uso de los principios del humanismo, para buscar sistemáticamente un trabajo sostenido y estructurado por una cultura a favor de la vida y la familia, para apostarle verdaderamente al futuro, para invertir en un esfuerzo de largo plazo y encontrar nuevas formas de aprovechar el talento de los demás, para aprender colectivamente e implementar estrategias que sumen lo bueno de otras convicciones religiosas, políticas, sociales y culturales que coincidan en los temas fundamentales, para abrirnos con honestidad intelectual y consolidar esta nueva forma de organizarnos, esta necesaria manera de accionar, que ya funciona, donde unidos en lo esencial podemos proponer este nuevo ángulo para abordar los problemas de este siglo, este nuevo enfoque de ejercer el poder ciudadano para hacer una eficaz gestión del bien común, para seguir proponiendo una formar innovadora de hacer política humanista, para ser hombres y mujeres de este tiempo y que buscamos dar testimonio de la verdad, de la unidad, de la justicia y de la caridad.
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