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ARGUMENTOS EN CONTRA DE LA INDEPENDENCIA DE CATALUNYA
 
¿Qué argumentos hay en contra de la independencia de Catalunya? ¿De qué manera quieren los demás españoles convencer a los catalanes de que no se independicen? En los medios ha aparecido una gran diversidad de argumentos, de distinto mérito y profundidad.
Antonio Maza Pereda
 
Catalunya SEIE 30 noviembre 2015.
 
Hay argumentos muy superficiales. Por ejemplo: el hecho de que el Club de Futbol Barcelona deje de estar presente en las competencias internacionales, por no ser parte de la liga española, como si el Mónaco no fuera parte de la Eurocopa. O que los colores de la Señera, la bandera catalana, están en la bandera Española. Es como si dijeran que, ya que el partido mexicano PRI usa los colores de la bandera mexicana, todos los mexicanos deberían de votar por ese partido (lo que, de paso, creen muchos dirigentes de ese partido). O el hecho de que Catalunya ha formado parte de España por muchos siglos, un argumento que podían haber esgrimido los musulmanes en contra de la Reconquista de Andalucía. O el argumento de que los partidos separatistas están tratando de ocultar su corrupción a través de sus campañas secesionistas. Como si los partidos españoles fueran ejemplo de probidad. Es como el comal que le dice a la olla: “no me toques porque me tiznas”.
Tiene más fuerza el argumento económico, porque no es difícil argumentar que Catalunya perdería al no tener los mercados de la Península y quedar fuera de la Unión Europea. Si es que fuera así: Catalunya es la 14ª economía de Europa, algo nada despreciable. Pero también es cierto que España perdería casi el 20% de su producto interno bruto y algo más de eso en recaudación fiscal, así como una parte importante de su comercio interior y sus exportaciones. Todo ello, perdiendo casi el 16% de la población. Sí, Catalunya perdería, pero también perdería el resto de España. España es más fuerte económicamente y más competitiva internacionalmente con Catalunya que sin Catalunya.
El otro argumento, el electoral, señala que sólo el 46% de los votantes en las pasadas elecciones votaron por los partidos separatistas. Pero eso, en realidad, tiene arreglo: basta que al declarar independiente a Catalunya se les desconozcan los derechos electorales a los andaluces, murcianos y valencianos que han emigrado a esas provincias. Lo cual puede hacerse dándoles derechos legales para trabajar, sin darles derechos electorales. O bien, dejando que abandonen las provincias para darles trabajo a su gran número de desempleados. Cosas que puede hacer un país independiente, como lo hicieron algunos países hispanoamericanos al declarar sus independencias y expulsar a un número importante de españoles.
Está el argumento de la legalidad: la independencia catalana va contra la Ley. Cierto. Pero, de fondo, la mayoría de los procesos de independencia de los países, han sido ilegales. Lo fue Irlanda, lo fue Israel, lo fueron muchos países africanos, lo fue la India en la mayor parte de su proceso de independencia. Lo fue toda Hispanoamérica, y los reinos de Europa tardaron mucho en reconocer su independencia.
Probablemente el argumento más fuerte es el argumento de la unidad de España. Un logro de muchos siglos, de una larga lucha de reconquista y una historia de toda clase de calamidades, incluyendo la invasión francesa y la pérdida de Gibraltar, así como de las colonias y la guerra civil. Pero dentro de este argumento hay una parte formal y una parte sustantiva. La parte formal es la legislación, la Constitución. Éstas, tienen fuerza en tanto cuanto reflejen la realidad de la ciudadanía. De otro modo, es un formalismo en el cual no cree la población. Sí, por supuesto que se puede obligar, incluso con la fuerza de las armas y con acciones policiacas, a que se conserve una unidad que vaya a contrapelo de una parte importante de la población. Se puede lograr, pero no se puede convencer por esos medios. Pueden encarcelar a los dirigentes secesionistas, a riesgo de convertirlos en mártires y profundizar en el descontento de la población que no quiere ser parte de España.
Otras medidas, como un bloqueo económico en caso de que se dé la independencia, tendrían un efecto parecido. Puedes rendir por hambre a la población, pero los ejemplos históricos de aislamiento económico a países como Cuba y como el que ocurrió en los cuarenta para la España franquista, demuestran que raramente esas medidas cambian fundamentalmente las cosas. Porque se trata de convencer, no de vencer.
Lo que no se lee en las argumentaciones publicadas, es un ánimo de convencer a los catalanes de que España los quiere. No he visto, salvo alguna excepción, argumentaciones en las que se diga que los españoles quieren a Catalunya, que necesitan la unidad porque son valiosos para España. Es muy difícil convencer a alguien de que se quiere la unidad acusando a los catalanes de separatistas, sediciosos, vanidosos, engreídos y tontos. Que, sin usar estas palabras exactas, ése es el tono que se desprende de la lectura de muchos artículos en contra de la independencia de Catalunya.
No alcanzo a comprender cómo habrá quien crea que, a través de escarnios, se puede convencer a alguien de que buscamos la unidad. Si yo fuera catalán, la lectura de la prensa que se opone a la independencia de Catalunya me convencería de que, efectivamente, los españoles no aprecian a los catalanes y que quieren solamente seguir teniendo una fuente de impuestos y un mercado disponible, pero que no buscan de fondo una unidad basada en el aprecio mutuo.
¿Hay otros medios de lograr la unidad? Sí, pero no son rápidos de implementar y los resultados pueden tardar en materializarse. Se trata de reconstruir la Unidad así, en mayúsculas, basada en el convencimiento en que nos queremos y nos necesitamos.
La secesión de Catalunya es una tragedia, porque ya existe en los corazones y sólo falta formalizarla. Es una tragedia como cuando un esposo abandona a su mujer e hijos. Ni los argumentos legales ni los económicos lo van a convencer, porque la separación ya ocurrió, sólo falta formalizarla. ¿Se puede reparar esa separación? Sí, pero no es sencillo. Los argumentos jurídicos, económicos, sociales y hasta religiosos no bastan para reconstruir esa unidad.
En el caso de Catalunya, habría que empezar por entender las razones que tienen los catalanes para creer que los demás españoles los han tratado injustamente. Y, una vez entendidas, pedir perdón. Muy difícil, pero si la Iglesia por medio de San Juan Pablo II pidió perdón por hechos ocurridos hace muchos siglos, otros podrían hacerlo. Claro, entiendo que esto es lo último que los partidos políticos van a hacer. Esto tiene que salir de la Ciudadanía y es la Ciudadanía la que debe convencer a los políticos de hacerlo. Y también los catalanes deben estar dispuestos a hacer lo mismo. Porque ante una tragedia de esta magnitud, no es momento de mezquindades, legalismos ni demostraciones de fuerza. Hay que, con magnanimidad, reconstruir una relación que nunca debería haberse roto. Con reglas claras, con generosidad, con amor. Porque así hay que tratar a todos los españoles.
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